Ramadán es el mes sagrado en el Islam. Durante todo el mes, los musulmanes ayunan desde el alba hasta la llamada a la oración del atardecer. Si algo une a los diferentes países musulmanes, tan variados étnica y culturalmente, es la importancia con que asumen esta fecha. En Egipto, los festejos tradicionales islámicos se mezclan con otros más antiguos de raigambre copta o faraónica. Por eso, todos los egipcios coinciden en afirmar que no hay país que celebre el mes del Ramadán de una manera más original y diferente que Egipto.
Ramadán es el momento de la fiesta. Las calles se llenan de luces de colores, el trabajo se detiene, las familias se reúnen a menudo y rara vez se duerme. El ambiente el ligero y jovial. Los jóvenes se ven más alegres y las jóvenes aventuran sonrisas coquetas que ellos reciben, guardan y callan. Callan la lascivia, callan el odio, callan el rencor y la envidia, pues no sólo se privan de comer, beber o fumar durante el día.
En las madrugadas se oye pasar a un hombre golpeando un tambor e invitando con gritos a la oración primera. De cuando en cuando debe detenerse porque lo llaman desde la ventana de una casa acomodada para darle algunas monedas. En Ramadán, las expresiones de generosidad se multiplican, pues es bien sabido que todo aquello que de bien hagas durante el mes sagrado, te será devuelto por dos, por diez o incluso por mil, según los cálculos de los más optimistas.
Decir Ramadán es decir Fanuz, palabra luminosa, que da nombre a las lámparas de colores brillantes que se amontonan en las puertas de los almacenes como si fueran árboles del trópico o flores exóticas sembradas en medio del desierto.
Decir Ramadán es decir montañas de dátiles y de almendras, fanegas de frutas secas, de pistachos y de nueces, parte fundamental del ritual de la ruptura del ayuno.
Decir Ramadán es ver el hambre y la ansiedad en los rostros de los caminantes en las horas que anteceden al ocaso. Percatarse de la agresividad que las privaciones imponen en el carácter de la gente, del estoico tesón con que soportan el ayuno.
Decir Ramadán es caminar ante la imponente mezquita de al Azhar, primer centro cultural y académico del mundo musulmán y observar sus espigados minaretes, oír las más dulces voces invitando a la oración, los rostros contritos de la multitud que reza en su interior.
La ciudad se transforma y a pesar de las dificultades que impone el hambre, nadie quiere que el mes termine. En ningún otro momento del año está Dios más cerca de los creyentes y ellos lo saben. En sus rostros se adivina un brillo diferente, esa particular fuerza en la mirada que otorga el contacto con lo divino.
1 comentario:
Que buena postal Richy, felicidades por el blog!!
Queria leer esta en honor al ramadan que estan viviendo todos los musulmanes egipcios en este momento.
Me faltan varias postales por leer, por lo pronto ha sido increible la experiencia de visitar por medio de tus descripciones tantos lugares lejanos, entrar a la mezquita omeya, visitar bosra y celebrar el nauruz con los kurdos.
Espero que la coleccion de postales siga creciendo :)
Te mando un abrazo enorme,
Ceci
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